3/27/2006

E.M. Cioran

Nuestras verdades no valen más que las de nuestros antepasados.
Tras haber sustituido sus mitos y sus símbolos por conceptos, nos creemos más «avanzados»; pero esos mitos y esos símbolos no expresan menos que nuestros conceptos.
El Árbol de la vida, la Serpiente, Eva y el Paraíso, significan tanto como: Vida, Conocimiento, Tentación, Inconsciente. Las configuraciones concretas del mal y del bien en la mitología van tan lejos como el Mal y el Bien de la ética. El Saber -en lo que tiene de profundo- no cambia nunca: sólo su decorado varía.
Prosigue el amor sin Venus, la guerra sin Marte, y, si los dioses no intervienen ya en los acontecimientos, no por ello tales acontecimientos son más explicables ni menos desconcertantes: solamente, una retahíla de fórmulas reemplaza la pompa de las antiguas leyendas, sin que por ello las constantes de la vida humana se encuentren modificadas, pues la ciencia no las capta más íntimamente que los relatos poéticos.
La suficiencia moderna no tienen límites: nos creemos más ilustrados y más profundos que todos los siglos pasados, olvidando que la enseñanza de un Buda puso a millares de seres ante el problema de la nada, problema que imaginamos haber descubierto porque hemos cambiado sus términos e introducido un poquito de erudición.
Pero, ¿qué pensador occidental podría ser comparado con un monje budista? Nos perdemos en textos y en terminologías: la meditación es dato desconocido para la filosofía moderna. Si queremos conservar cierta decencia intelectual, el entusiasmo por la civilización debe ser barrido, lo mismo que la superstición de la Historia.
Por lo que respecta a los grandes problemas, no tenemos ninguna ventaja sobre nuestros antepasados o sobre nuestros predecesores más recientes: siempre se ha sabido todo, al menos en lo que concierne a lo Esencial; la filosofía moderna no añade nada a la filosofía china, hindú o griega.
Por otra parte, no podría haber un problema nuevo, pese a que nuestra ingenuidad o nuestra infatuación querrían persuadirnos de los contrario. En lo tocante a juego de las ideas, ¿quién igualó jamás a un sofista chino o griego, quién llevó más lejos que él la osadía en la abstracción?
Todos los extremos del pensamiento fueron alcanzados desde siempre y en todas la civilizaciones. Seducidos por el demonio de lo Inédito, olvidamos demasiado pronto que somos los epígonos del primer pitecántropo que se puso a reflexionar. Hegel es el gran responsable del optimismo moderno.
¿Cómo no vio que la conciencia cambia solamente de forma y de modalidades, pero que no progresa en nada? El devenir excluye una realización absoluta, una meta: la aventura temporal se desarrolla sin un objetivo exterior a ella, y acabará cuando sus posibilidades de caminar se hayan agotado.
El grado de conciencia varía con las épocas, sin que dicha conciencia aumente con su sucesión. No somos más conscientes que el mundo grecorromano, el Renacimiento o el siglo XVIII; Cada época es perfecta en sí misma., y perecedera. Hay momentos privilegiados en que la conciencia se exaspera, pero jamás hubo eclipse de lucidez tal que el hombre fuera capaz de abordar los problemas esenciales, pues la historia no es más que una perpetua crisis, una quiebra de la ingenuidad.
Los estados negativos -que son precisamente los que exasperan la conciencia- se distribuyen diversamente, pero, sin embargo, están presentes en todos los períodos históricos; si son equilibrados y felices, conocen el Hastío -término natural de la felicidad-; si descentrados y tumultuosos, sufren la desesperación, y las crisis religiosas que de ella se derivan.
La idea de Paraíso terrenal fue compuesta con todos los elementos incompatibles con la Historia, con el espacio donde florecen los estados negativos. Todas las vías, todos loa procedimientos de conocer son válidos: razonamiento, intuición, repugnancia, entusiasmo, gemido.
Una visión del mundo articulada en conceptos no es más legítima que otra surgida de las lágrimas: argumentos y suspiros son modalidades igualmente concluyentes e igualmente nulas. Construyo una forma de universo: creo en ella, y es el universo, el cual se desploma empero bajo el asalto de otra certeza o de otra duda.
El último de los iletrados y Aristóteles son igualmente irrefutables y frágiles. Lo absoluto y la caducidad caracterizan la obra madurada durante años tanto como el poeta surgido del favor del instante. ¿Acaso hay más verdad en la Fenomenología del Espíritu que en el Epipsychidion?
La inspiración fulgurante, lo mismo que la profundidad laboriosa, nos presentan resultados definitivos e irrisorios. Hoy prefiero tal escritor a tal otro; mañana le tocará la vez a una obra que antaño abominaba. Las creaciones del espíritu -y los principios que las presiden- se resignan al destino de nuestros humores, de nuestra edad, de nuestras fiebres y de nuestras decepciones.
Ponemos en tela de juicio todo lo que antaño amamos, y tenemos siempre razón y siempre estamos equivocados; pues todo es válido y todo carece de importancia.
Sonrío: nace un mundo; me entristezco: desaparece, y ya se perfila otro. No hay opinión, sistema o creencia que no sea justa y al mismo tiempo absurda, según nos adhiramos o nos separemos de ella. No se encuentra más rigor en la filosofía que en la poesía, ni en el espíritu que en el corazón; el rigor no existe más que en la medida que uno se identifique con la cosa que se aborda o se sufre; desde el exterior todo es arbitrario: razones y sentimientos.
Lo que llaman verdad es un error insuficientemente vivido, aún no vaciado, pero que no podrá dejar de envejecer pronto, un error nuevo, y que espera comprometer su novedad. El saber florece y se seca a la par que nuestros sentimientos. Y si recorremos todas las verdades, es porque nos hemos agotado juntos, y ya no hay más savia en nosotros que en ellas.
La Historia es inconcebible fuera de aquel a quien decepciona. De este modo, se precisa el deseo de dejarnos arrastrar por la melancolía y de morir de ella...El verdadero saber se reduce a las vigilias en las tinieblas: sólo el conjunto de nuestros insomnios nos distingue de los animales y de nuestros semejantes.
¿Qué idea rica o extraña fue nunca fruto de un durmiente? ¿Es bueno vuestro sueño? ¿Son apacibles vuestros sueños?: engrosáis la turba anónima. El día es hostil a los pensamientos, el sol los obscurece; sólo florecen en plena noche... Conclusión del saber nocturno: quien llega a una conclusión tranquilizadora sobre lo que sea da pruebas de imbecilidad o de falsa caridad.
¿Quién halló jamás una sola verdad alegre que fuera válida? ¿Quién salvó el honor del intelecto con propósitos diurnos? Afortunado quien puede decir: «Tengo el saber triste». La Historia es la ironía en marcha, la risotada del espíritu a través de los hombres y los acontecimientos.
Hoy triunfa tal creencia; mañana, vencida, será maldita y reemplazada: los que la creyeron la seguirán en su derrota. Después viene otra generación: la antigua creencia entra de nuevo en vigor; sus demolidos monumentos son reedificados de nuevo..., en espera de que perezcan otra vez.
Ningún principio inmutable regula los favores y las severidades de la suerte: su sucesión participa en la inmensa farsa del Espíritu, que confunde, en su juego, los impostores y los fervientes, las astucias y los ardores. Contemplad las polémicas de cada siglo: no parecen motivadas ni necesarias.
Sin embargo, fueron la vida de ese siglo. Calvinismo, quietismo, Port-Royal, la Enciclopedia, Revolución, positivismo, etc..., ¡qué sarta de absurdos... que debieron ser, qué derroche inútil, y sin embargo fatal! Desde los concilios ecuménicos hasta las controversias políticas contemporáneas, las ortodoxias y las herejías han asaltado la curiosidad del hombre con su irresistible sinsentido.
Bajo disfraces diversos, siempre habrá anti y pro, sea a propósito del Cielo o del Burdel. Millares de hombres sufrirán por sutilezas relativas a la Virgen y a su hijo; otros miles se atormentarán por dogmas menos gratuitos, pero igualmente improbables.
Todas las verdades constituyen sectas que acaban por tener un destino tipo Port-Royal, siendo perseguidas y destruidas; después sus ruinas llegan a ser veneradas, y aureoladas por la iniquidad sufrida, se transforman en lugares de peregrinaje...
No es más razonable conceder más interés a las discusiones sobre la democracia y sus formas, que a las que tuvieron lugar, en la Edad Media, sobre el nominalismo y el realismo: cada época se intoxica con un absoluto, menos y fastidioso, pero de apariencia única; no puede evitarse el ser contemporáneo de una fe, de un sistema, de una ideología, el ser, en resumen, de su tiempo.
Para emanciparse haría falta tener la frialdad de un dios del desprecio... Que la Historia no tenga ningún sentido es algo que debería alegrarnos.
¿Nos atormentaríamos acaso por una solución feliz del porvenir, por una fiesta final en la que nuestros sudores y desastres corriesen con todos los gastos? ¿A favor de idiotas futuros, exultando sobre nuestras estupidas penas y bailoteando sobre nuestras relativas cenizas?
La visión de un desenlace paradisíaco supera, por su absurdo, las peores divagaciones de la esperanza. Todo lo que podríamos pretextar en excusa del Tiempo es que se hallan en él momentos más aprovechables que otros, accidentes sin importancia en una intolerable monotonía de perplejidades.
El universo comienza y acaba con cada individuo, sea Shakespeare o Don Nadie; pues cada individuo vive en lo absoluto si mérito o su nulidad...¿Merced a qué truco lo que parece ser escapó al control de lo que es?
Bastó un momento de inatención, de debilidad en el seno de la Nada: las larvas se aprovecharon; una laguna en su vigilancia: y aquí estamos. Igual que la vida suplantó a la nada, fue suplantada, a su vez, por la Historia: así la existencia emprendió un ciclo de herejías que minaron la ortodoxia de la nada.

Extraído de Breviario de pobredumbre. (Précis de décomposition, Editions Gallimard, París, 1949.)

Podéis encontrarlo en: Adiós a la filosofía y otros textos, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pp. 166-171. Prólogo, selección y traducción de Fernado Savater.

3/23/2006

Enunciados célebres

Nunca temas a la sombra. Siempre hay un indicio, de lo cerca que está la luz.

"El más libre de todos los hombres, es aquel que puede ser libre,
dentro de la esclavitud." Fenelón

"He comprendido que hay dos verdades,
una de las cuales jamás debe ser dicha."
Albert Camus

Muy débil es la razón si no llega a comprender
que hay muchas cosas que la sobrepasan."

Blas Pascal

"Vivir no consiste en respirar, sino en obrar."
Mao Tse Tung
"Los hombres se asemejan a los dioses cuando hacen el bien a la humanidad."
Marco Tulio Cicerón

"Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos."
Confucio
Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer a todos los que le siguen."
Abraham Lincoln

"Cambiad de placeres, pero no cambies de amigos."
Francois Voltaire

"Un cobarde es incapaz de mostrar amor, hacerlo esta reservado para los valientes."
Mohandas "Mahatma" Gandhi

"Hay veces que el silencio nos obliga a hablar con nosotros mismos." Anonimo

"La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás."
Robert Stevenson

"Quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos." Plutarco

"No está bien ocultar la propia ignorancia, sino descubrirla y ponerle remedio."
Heráclito

"La desgracia descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir."
Blas Pascal

"Para vivir como es debido, el breve tiempo de la vida resulta bastante largo."
Marco Tulio Cicerón

"El trueno asusta a los niños; las amenazas a los hombres tontos."
Demófilo

"Un fracaso en amor es, para el hombre, como una misión cumplida.
Los corazones están hechos para ser rotos."
Oscar Wilde

"Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir."
Francisco Quevedo

"El que pide con timidez se expone a que le nieguen lo que pide sin convicción."
Robespierre

Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches.
Benjamín Franklin

3/22/2006

Pater Noster


Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum, fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie, et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimittímus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem, sed libera nos a malo. Amén.
Our Father, Who art in heaven, allowed by Thy name, Thy kingdom come, Thy will be done on earth as it is in heaven. Give us this day our daily bread; and forgive our trespasses as we forgive those who trespassed against us. And lead us not into temptation, but deliver us from evil. Amen
Padre nuestro, Que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, así en la tierra como es en los cielos. El pan nuestro de cada día danóslo hoy; y perdonad nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Y no nos dejes caer en tentación, más libranos del mal. Amen

3/21/2006

La vida humana según Albert Einstein.

By Albert Einstein
EL SIGNlFICADO DE LA VIDA
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.
¿Qué significado tiene la vida del hombre, o, en realidad, la de cualquier criatura? Tener una respuesta a esta pregunta significa ser religioso. Tú preguntas: «¿Tiene algún sentido, pues, plantear esta pregunta?» Yo contesto: «Aquel que considera su vida y la de sus semejantes carente de sentido, no sólo es desdichado sino poco hecho para la vida.»

EL AUTÉNTICO VALOR DEL SER HUMANO
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.
El auténtico valor de un her humano depende, en principio, de en qué medida y en qué sentido haya logrado liberarse del yo.


BIEN Y MAL
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.


Es justo, en principio, que los más estimados sean aquellos que más han contribuido a elevar al género humano y a elevar la vida humana. Pero si uno pasa a preguntar quiénes son, se encuentra con dificultades nada desdeñables. En el caso de los caudillos políticos, e incluso religiosos, resulta a menudo sumamente dudoso si han hecho más bien que mal.
En consecuencia, creo, con toda sinceridad, que el mejor servicio que uno puede prestar aI prójimo es el de proporcionarle un trabajo que le estimule positivamente y le eleve así de modo indirecto. Esto se aplica sobre todo a los grandes artistas, pero también, en menor grado, al científico. No son, desde luego, los frutos de la investigación científica los que elevan aI hombre y enriquecen su personalidad, sino el deseo de comprender, el trabajo intelectual creador o receptivo. No sería razonable, pues, juzgar el valor del Talmud, por ejemplo, por sus frutos intelectuales.


SOBRE LA RIQUEZA
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo que pueda ayudar a la humanidad a progresar, ni siquiera en manos del más devoto partidario de tal causa. Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. El dinero sólo apela al egoísmo e invita irresistiblemente al abuso.

¿Puede alguien imaginarse a Moisés, Jesús o Gandhi armados con las bolsas de dinero de Camegie?
SOCIEDAD Y PERSONALIDAD
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Cuando revisamos nuestras vidas y afanes, pronto advertimos que mo todas nuestras acciones y deseos están ligados a la existencia de otros seres humanos. Percibimos que nuestro carácter es muy parecido al de los animales sociales. Comemos alimentos que otros han producido, vestimos ropas que otros han hecho, vivimos en casas que han construido otros.
La mayor parte de nuestros conocimientos y creencias nos han sido comunicados por otras personas por medio de un lenguaje que otros han creado. Nuestra capacidad mental sería pobre, en verdad, sin el idioma; sería comparable a la de los animales superiores. Hemos de admitir, en consecuencia, que debemos nuestra principal ventaja sobre los animales al hecho de vivir en sociedad.
Si se dejase solo al individuo desde el nacimiento, se mantendría en un mudo primitivo similar al de los animales, en sus pensamientos y sentimientos, hasta un grado difícflmente imaginable. El individuo es lo que es y tiene la importancia que tiene no tanto en virtud de su individualidad como en virtud, de su condición de miembro de una gran comunidad humana, que dirige su existencia espiritual y material de la cuna al sepulcro.

El valor de un hombre para la comunidad depende, en principio, de Ia medida en que dirija sus sentimientos, pensamientos y acciones a promover el bien de sus semejantes. Podemos llamarle bueno o malo según su posición a este respecto. Parece, a primera vista, como si nuestra valoración de un hombre dependiese por completo de sus cualidades sociales.

Y, sin embargo, tal actitud sería errónea. Es fácil ver que todos los logros valiosos, materiales, espirituales y morales que recibimos de la sociedad, han sido elaborados por innumerables generaciones de individuos creadores. Alguien descubrió en determinado momento el uso del fuego. Otros, el cultivo de plantas comestibles. Otro, la máquina de vapor.

Sólo el individuo puede pensar (y crear así nuevos valores para la sociedad) e incluso establecer nuevas normas morales a las que se adapta la vida de la comunidad. Sin personalidades creadoras capaces de pensar y crear con independencia, el progreso de la sociedad es tan inconcebible como la evolución de la personalidad individual sin el suelo nutricio de la comunidad.

La salud de la sociedad depende, pues, tanto de la independencia de los individuos que la forman como de su íntima cohesión social. Se ha dicho muy razonablemente que la base misma de la cultura greco-europeo-americana, y en particular de su brillante florecer en el Renacimiento italiano, que puso fin al estancamiento de la Europa medievál fue la liberación y la relativa independencia del individuo.

Pensemos ahora en la época en que vivimos. ¿Cómo va la sociedad? ¿Y el individuo? La población de los países civilizados es extremadamente densa si la comparamos con épocas anteriores. Hay en Europa hoy tres veces más personas que hace cien años. Pero el número de personalidades destacadas ha disminuido desproporcionadamente. Las masas sólo conocen a unos cuantos individuos por sus logros creadores. La organización ha ocupado en cierto modo el lugar de esas personalidades destacadas, sobre todo en la esfera técnica, pero también, de modo muy patente, en la científica.

La falta de figuras destacadas es particulartnente notable en el campo del arte. La pintura y la música han degenerado claramente y han perdido en gran medida su atractivo popular. En la política no sólo faltan dirigentes, sino que han disminuido en gran medida el espíritu independiente y el sentido de justicia del ciudadano.
El régimen parlamentario democrático, que se basa en esa independencia de espiritu, se ha visto socavado en varios lugares; han surgido dictaduras que son toleradas porque ya no es suficíentemente fuerte el sentido de la dignidad y de los derechos del individuo.
En cuestión de dos semanas, los periódicos pueden sumergir a las masas borreguiles de cualquier país en un estado de nerviosa furia en que todos están dispuestos a vestir uniforme y matar y morir, en defensa de los sórdidos fines de unos cuantos grupos interesados. El servicio militar obligatorio me parece el síntoma más desdichado de esa falta de dignidad personal que padece hoy la humanidad civilizada.
No es extraño que haya tantos profetas que anuncien el inminente eclipse de nuestra civilización. No soy yo tan pesimista; creo que se acercan tiempos mejores. Permitidme que exponga brevemente las razones en las que baso tal confianza.

Estas manifestaciones actuales de decadencia se explican, en mi opinión, por el hecho de que la evolución económica y tecnológica ha intensificado de modo notable la lucha por la existencia, en detrimento, sobre todo, del libre desarrollo del individuo. Pero la evolución de la tecnología significa que el individuo necesita trabajar cada vez menos para satisfacer las necesidades comunitarias.
Se hace cada vez más acuciante una división planificada del trabajo, división que producirá la seguridad material del individuo. Esta seguridad y el ahorro de tiempo y energía de que dispondrá el individuo, pueden enfocarse hacia el desarrollo de su personalidad. De este modo, la comunidad puede recuperar la salud, y esperamos que futuros historiadores expliquen los síntomas mórbidos de la sociedad actual como enfermedades infantiles de una humanidad en ascenso, debidos enteramente a la velocidad excesiva a la que avanzaba la civilización.


LOS ENTREVISTADORES
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

El que te hagan responsable públicamente de todo lo que has dicho, aún en broma, por un exceso de buen humor o por una cólera súbita, puede ser sin duda comprometido, aunque sea hasta cierto punto razonable y natural. Pero el que te hagan responsable públicamente de lo que han dicho otros en tu nombre, cuando no puedes defenderte es, sin duda, una triste suerte. «¿Pero a quién le sucede eso?» preguntarás. Pues bien, a todo el que atrae suficiente interés público como para que los periodistas le persigan. Ya veo que sonríes incrédulo, pero yo he tenido suficiente experiencia directa y te hablaré de ello.

Imagínate la siguiente situación: Una mañana llega un periodista y te pide, en tono amable y cordial, que le digas algo sobre tu amigo N. Al principio, ante tal propuesta, no hay duda de que fácilmente puedes sentirte indignado. Pero descubres en seguida que no hay escapatoria.
Si te niegas a hacer comentarios, ese hombre escribirá: «Le pregunté a uno de los supuestamente mejores amigos de N sobre él. Y este amigo eludió prudentemente mis preguntas. Esto, por sí solo, permite al lector extraer las conclusiones inevitables.» No hay pues escapatoria, así que proporcionas al periodista la siguiente información: «El señor N es un hombre muy sincero y cordial, muy querido de todos sus amigos. Es una persona capaz de ver siempre el lado positivo de las cosas. Su espíritu emprendedor y su ingenio y su laboriosidad no tienen límites. Consagra a su trabajo todas sus energías. Es hombre devoto a su familia y entrega cuanto posee a su esposa... »

Veamos ahora la versión del periodista: «El señor N no se toma nada en serio y tiene una habilidad especial para hacerse estimar, para lo cual cultiva cuidadosamente una actitud cordial y afable. Es un tal esclavo de su trabajo, que no tiene tiempo para ningún asunto de carácter general o para cualquier actividad mental ajena a su disciplina. Mima increíblemente a su mujer, que le tiene en un puño...».
Un verdadero periodista escribiría algo más sabroso, pero supongo que esto será bastante para uno y para su amigo N. A la mañana siguiente, tu amigo lee en el periódico lo escrito, y algo más del mismo estilo, y su rabia contra ti no tiene límites, por muy animoso y afable que sea. La ofensa que esto constituye para él te produce un dolor indescriptible, sobre todo cuando lo estima realmente.

¿Cuál es el próximo paso que puedes dar, amigo mio? Si lo sabes, dímelo enseguida para adoptar tu método con toda rapidez.

FELICITACIÓN A UN CRITICO
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Ver con los propios ojos, percibir y juzgar sin sucumbir al poder sugestivo de la moda del día, ser capaz de expresar lo que uno ha visto y sentido en una frase sencilla o incluso en una palabra hábilmente aplicada... ¿no es eso glorioso? ¿No es motivo digno de felicitación?

Derecho en la República Bolivariana de Venezuela

Freedom equals Meaning

SOBRE LA LIBERTAD
Albert Einstein
De Freedom, its meaning, recopilado por Ruth Nanda Anshen, Nueva York: Harcourt, Brace, and Company, 1940.

Sé que es empresa inútil discutir sobre juicios de valor fundamentales. Si alguien aprueba, por ejemplo, como objetivo, la erradicación del género humano de la Tierra, nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales. Pero si hay acuerdo sobre ciertos objetivos y valores, uno puede discutir racionalmente sobre los medios por los que pueden alcanzarse estos objetivos.
Indiquemos. pues los objetivos sobre los que quizás estén de acuerdo casi todos los que lean estas líneas.
1. Los bienes instrumentales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos, deberían producirse con el mínímo trabajo posible.
2. La satisfacción de las necesidades físicas es sin duda la condición previa indispensable de una existencia satisfactoria, pero no es suficiente por sí sola. Para que los hombres estén satisfechos deben tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística de acuerdo con sus características y posibilidades personales.
El primero de estos dos objetivos exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, es decir, el estímulo de todas las investigaciones científicas. Pues la tarea científica es un conjunto natural, cuyas partes se apoyan mutuamente de forma que nadie puede, en realidad, prever.
Sin embargo, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y resultados: libertad de expresión y de enseñanza en todos los campos de actividad intelectual. Por libertad entiendo condiciones sociales de tal género que el individuo que exponga opiniones y afirmaciones sobre cuestiones científicas e intelectuales, de carácter general y particular, no corra por ello peligros o riesgos graves.
Esta libertad de comunicación es indispensable para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos, una consideración de gran importancia práctica. En primer lugar, debe garantizarla la ley. Pero las leyes solas no pueden asegurar la libertad de expresión; para que un hombre pueda exponer sus puntos de vista sin sufrir castigo, debe haber espíritu de tolerancia en toda la sociedad.
Un ideal de libertad externa como éste jamás se logrará de modo pleno, pero debe perseguirse con denuedo si queremos que avance lo más posible el pensamiento científlco, y el pensamiento filosófico y creador en general.
Para alcanzar el segundo objetivo, es decir, que sea posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, hace falta un segundo género de libertad exterior. El individuo no ha de tener que trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le queden fuerzas ni tiempo para actividades personales. Sín este segundo tipo de libertad extema, de nada le servirá la libertad de expresión. El progreso tecnológico haría posible este tipo de libertad si se logra una división racional del trabajo.
La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del esphitu en, general exige otro tipo de libertad, que puede calificarse de libertad intema. Es esa libertad de espíritu que consiste en pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina filosóflca y al hábito embrutecedor en general.
Esta libertad interna es un raro don de la naturaleza y un objetivo digno para el individuo. Sin embargo, la comunidad puede hacer también mucha labor de apoyo en este sentido, como mínimo no poniendo trabas. Las escuelas y los sistemas de enseñanza pueden obstaculizar el desarrollo de la libertad intema con influencias autoritarias o imponiendo a los jóvenes cargas espirituales excesivas; las instituciones de enseñanza pueden, por otra parte, favorecer esta libertad fomentando el pensamiento independiente.
Sólo si se persiguen constante y conscientemente la libertad endógena y la libertad exógena existe posibilidad de progreso espiritual y de conocimiento y con ello de mejorar la vida externa e interna del hombre.