6/27/2006

Retórica

Para la creación retórica de discursos y para la creación de un texto en general, ya sea literario o pragmático, hay que seguir determinado proceso que se encargó de estudiar la Retórica desde los tiempos de Gorgias (nació en Leontinos (Sicilia) en torno al año 485 y murió en Tesalia, ya centenario, en el año 380 aproximadamente. Gorgias fue un sabio con grandes dotes oratorias). Dicho proceso consta de cinco fases, según canonizó Cicerón (106 - 43 a.c. Eminente abogado de la República, es representante del estoicismo ecléctico): Inventio o invención, Dispositio u ordenamiento, Elocutio u ornato, Memoria y Actio u acción. Los tres primeros son fundamentales, los dos posteriores son de índole pragmática, cuando el discurso se pronuncia.

Elaborar un discurso es como construir una casa; hacen falta los materiales (inventio), después un plano para saber donde ponerlos y cómo unirlos (dispositio) y luego hay que hacerla habitable, cómoda y agradable, enluciéndola, amueblándola y adornándola (elocutio). La memoria nos sirve para recordar el discurso preparado sin leerlo y la actio nos aconseja qué hacer y qué comportamiento adoptar mientras lo decimos, así como la adaptación del discurso según la disposición del auditorio que tengamos, los hechos recientes que hayan moldeado al público y la hora y el sitio en que lo pronunciemos.

La inventio o heuresis trata sobre qué decir: se encarga de encontrar los materiales que vamos a usar después. Y en primer lugar hay que tener presente:

Definición: género y puntos de vista.
División: todo y partes, tema y subtemas
Comparación: similitud y diferencias, grado
Relaciones: causa y efecto, antecedentes y consecuencias, contrarios y contradicciones.
Circunstancias: posibles e imposibles, probabilidades, hechos pasados, hechos futuros.
Testimonios: autoridades, testigos, máximas y proverbios, rumores, juramentos, documentos, leyes, precedentes, actos, fenómenos…
Motivaciones: En el género judicial: lo justo y lo injusto; en el deliberativo: lo ventajoso y lo desventajoso, lo bueno y lo malo; en el epidíctico: lo virtuoso o noble, y lo vicioso o bajo; en el plano estético: lo hermoso y lo horrendo, lo épico y el terror.

La dispositio o taxis. A esta fase le atañe el orden expositivo de los episodios del discurso, además de cómo estos habrán de articularse en orden a su eficacia.

Usualmente la dispositio articula el discurso en cuatro partes: el exordio, donde tiene lugar la captatio benevolentiae o captura del interés y afecto del público: es la introducción del discurso, donde se intenta interesar al público; la narratio, o relato expositivo de los temas previstos; la confirmatio, o valoración de los argumentos; y la peroratio, el epílogo, donde se concluye el discurso y se dispone al auditorio para el fin previsto.

El orden más apropiado para exponer los argumentos es muy variable en función de los intereses: el cronológico u ordo naturalis y el pragmático u ordo artificialis o artificiosus son las distribuciones principales. El ordo naturalis suele adoptar la división en cuatro partes ya expuesta. El orden artificial puede adoptar múltiples formas: in medias res, nestoriano, topográfico, aleatorio, convencional (alfabético u otro), mnemotécnico, lógico o causal, graduado o gradativo (de prioridades, usado en el periodismo para la redacción de noticias); de importancia; de preferencias; de complejidad progresiva, usado en el discurso didáctico; de background progresivo o retroalimentado y autorreflexivo, también en el discurso didáctico; de impacto psicológico (si es descendente, disfémico, si es ascendente, eufemístico); de familiaridad —más a menos—; egocéntrico (de lo más querido al receptor a lo que menos)...
Para realizar tal ordenamiento hay que tasar o realizar una valoración de los argumentos y buscar asimismo contraargumentos para las razones que se nos vayan a oponer. Esta valoración nos indica asimismo qué argumentos hay que estirar o desarrollar, porque constituyen el punto fuerte de la argumentación, y cuáles debemos omitir, porque constituyen argumentos que ya utilizará el oponente.

El orden creciente empieza con los argumentos más débiles y termina con los más fuertes, pero es un orden peligroso porque el orador corre el albur de disponer desfavorablemente al público desde el principio. El decreciente es inverso y su problema consiste en que sólo permanecen en la memoria activa los últimos argumentos escuchados, por lo que terminar un discurso con las pruebas más débiles produce una impresión desfavorable.

Por eso el orden más socorrido es el orden homérico o nestoriano: como la tropa de Néstor en la Iliada, hay que poner lo más débil en el centro, y al principio y sobre todo al final lo más fuerte.

La elocutio o lexis adorna el lenguaje para seducir al auditorio y busca ejemplos que puedan deslizar su opinión a nuestra conveniencia mediante el placer que produce la forma sensible y elegante. Para ello es muy importante el lenguaje que habrá de emplearse en la exposición.
Para expresarse adecuadamente, el orador se sirve de una multitud de recursos, y entre estos las figuras retóricas, las cuales integran los varios modos de expresión que, apartándose de otros más ordinarios o sencillos, conceden al discurso un singular aspecto, según el propósito del mismo. Se entienden dos categorías de figuras: las figuras de dicción, o metaplasmos, las cuales se caracterizan por la alteración de la composición estructural de los vocablos, mediante la excepción, adición o transposición de sus letras constituyentes; y las figuras de construcción, las cuales conciernen a los varios modos de disposición sintáctica, donde se transgreden las formas regulares de la misma.
Otro modo de alteración de las palabras se realiza mediante los recursos denominados tropos, el cual adjudica a la palabra un sentido distinto del cual le corresponde naturalmente, aunque no se desliga por completo del significado primitivo.

La actio o hipócrisis instruye sobre las diferentes entonaciones para pronunciar el discurso, así como los gestos adecuados para acompañarlo y la apariencia propicia para conseguir el propósito.

La memoria o mneme sirve para recordar los distintos elementos del discurso en un orden específico.

La argumentación retórica tiene por fin llamar la atención y conseguir la adhesión del auditorio; lo primero lo consigue la elocución y lo segundo la invención y disposición, que son las encargadas de elaborar tesis y presentarlas. Los lugares o tópicos son las clases de argumentos que se suelen utilizar más a menudo. Son de dos tipos: de persona y de cosa. Quintiliano ha dado el más útil resumen:

Quince argumentos de persona: linaje (genus), pueblo (natio), patria (patria), sexo (sexus), edad (aetas), educación y disciplina (educatio et disciplina), aspecto físico (habitus corporis), fortuna (fortuna), condición social (conditionis distantia), carácter (animi natura), profesión (studia), apariencias (quid affectet), palabras y hechos anteriores (ante acta et dicta), movimientos transitorios de ánimo (temporarium animi motum) y nombre (nomen).
Ocho argumentos de cosa: causa (causa), lugar (locus), tiempo (tempus), modo (modus), medio (facultas), definición (finitio), semejanza (similis), comparación (comparatio) suposición (fictio), circunstancia (facultas)

Aristóteles utiliza sin embargo otras denominaciones: ejemplo, argumento de autoridad, tautología, alternativa, dilema, argumento de cantidad. Estos argumentos ponen en marcha una serie de móviles o palancas de la opinión. Brémond ha señalado los siguientes, muy utilizados también en publicidad:

Móviles hedónicos incitadores o intimidatorios: no vender un coche sino el placer que proporciona o bien preguntarse por qué uno no tiene coche y sigue usando el metro.

Móviles éticos incitadores o intimidatorios: comprar lotería de ONCE porque ayuda a los demás; no comprarlo es condenar a los inválidos a sufrir.

Móviles pragmáticos incitadores o intimidatorios: es bueno invertir en fondos de pensiones porque desgravan; invertir en fondos de pensiones es perder el dinero porque hay inversiones que rentan más.

Los géneros del discurso:
Anaxímenes de Lampsaco propuso una clasificación en tres tipos de discurso que luego adoptó Aristóteles y que viene a ser una pragmática avant la lettre:

Género judicial: Se ocupa de acciones pasadas y lo califica un juez o tribunal que establecerá conclusiones aceptando lo que el orador presenta como justo y rechazando lo que presenta como injusto.

Género deliberativo o político: Se ocupa de acciones futuras y lo califica el juicio de una asamblea política que acepta lo que el orador propone como útil o provechoso y rechaza lo que propone como dañino o perjudicial.

Género demostrativo o epidíctico: Se ocupa de hechos pasados y se dirige a un público que no tiene capacidad para influir sobre los hechos, sino tan solo de asentir o disentir sobre la manera de presentarlos que tiene el orador, alabándolos o vituperándolos. Está centrado en lo bello y en su contrario, lo feo. Sus polos son, pues, el encomio y el denuesto o vituperio.

Las partes del discurso:
EXORDIO: Busca hacer al auditorio benévolo, atento y dócil. Su función es señalizar que el discurso comienza, atraer la atención del receptor, disipar animosidades, granjear simpatías, fijar el interés del receptor y establecer el tema, tesis u objetivo. Es necesario afectar modestia para capturar la simpatía del público y explotar su tendencia a identificarse con quien está en apuros o es débil.

EXPOSICIÓN O NARRACIÓN: La narratio, desarrollo o exposición es la parte más extensa del discurso y cuenta los hechos necesarios para demostrar la conclusión que se persigue. Si el tema presenta subdivisiones, es preciso adoptar un orden conveniente (partitio o divisio). En la partitio tenemos que despojar al asunto de los elementos que no nos conviene mencionar y desarrollar y amplificar aquellos que sí nos convienen. Los recursos estilísticos que se suelen usar en la partitio son taxis, merismo, diéresis, diálisis, eutrepismo, prosapódosis, hipozeuxis y distributio.

Esta sección enseña al público los puntos fuertes que va a defender el orador. Se persigue la brevedad (no aburrir al auditorio, no traspasar el umbral de atención del público y evitar la desproporción entre discurso y tema), la claridad (es imposible convencer al público si no se ha enterado de lo que se trata, aunque literariamente la oscuridad y ambigüedad puede ser un mérito) y la verosimilitud (ya dijo Aristóteles que es preferible lo falso verosímil a lo verdadero inverosímil). No hay que hacer increíbles unos hechos ciertos y el abogado que haga creíbles unos hechos falsos logrará que el jurado vote por su cliente.
En este punto la ética no tiene nada que ver con la retórica. En el mundo literario, el principio de verosimilitud es importantísimo, ya en estética realista o fantástica. En la exposición se incluye una serie de circunstancias: quién (quis), qué (quid), cuándo (quando), cómo (quemadmodum), dónde (ubi), por qué (cur), con qué medios (quibus auxiliis). Hay que interrumpir la exposición con breves digresiones que impidan la monotonía aliviando la tensión del auditorio y actuando sobre él de forma complementaria.

ARGUMENTACIÓN: Es la parte donde se aducen las pruebas que confirman la propia posición revelada en la tesis de la exposición (confirmatio o probatio) y se refutan las de la tesis que sostiene la parte contraria (refutatio o reprehensio), dos partes que Quintiliano considera independientes, de forma que para él el discurso forense tendría cinco.
La confirmación exige el empleo de argumentos lógicos y de las figuras estilísticas del énfasis; los de la refutación serían por el contrario metástasis, contrarium, contradicciones, el progymnasma de la refutación. También es un lugar apropiado para el postulado o enunciado sin prueba, siempre que no debilite nuestra credibilidad, para lo cual hay que recurrir al postulado no veraz pero plausible (hipótesis), a fin de debilitar al adversario desorientando su credibilidad; lo mejor en ese caso es sugerirlo y no decirlo.
Se recurre a una lógica retórica o dialéctica que no tiene gran cosa que ver con la lógica científica, pues su cometido no es hallar la verdad sino con-vencer. Se funda más en lo verosímil que en lo verdadero, de ahí su vinculación con la demagogia. Para los discursos monográficos enfocados a la persuasión, convienen las estructuras gradativas ascendentes.
En el caso del discurso periodístico, la tendencia a abandonar al principio del lector recomienda el uso de la estructura opuesta: colocar lo más importante al principio. La retórica clásica recomienda para los discursos argumentativos monográficos el orden nestoriano, el 2,1,3: esto es, en primer lugar los argumentos medianamente fuertes, en segundo lugar los más flacos y débiles y en último lugar los más fuertes.

PERORACIÓN: Es la parte destinada a inclinar la voluntad del oyente suscitando sus afectos, recurriendo a móviles éticos o pragmáticos y provocando su compasión (conquestio o conmiseratio) y su indignación (indignatio) para atraer la piedad del público y lograr su participación emotiva, mediante recursos estilísticos patéticos (accumulatio, anacefalaeosis, complexio, epanodos, epifonema, simperasma, sinatroísmo); incluye lugares de casos de fortuna: enfermedad, mala suerte, desgracias…
Resume y sintetiza lo que fue desarrollado para facilitar el recuerdo de los puntos fuertes y lanzar la apelación a los afectos; es un buen lugar para lanzar un elemento nuevo, inesperado e interesante, el argumento-puñetazo que refuerce todos los demás creando en el que escucha una impresión final positiva y favorable.

Los antiguos utilizaban 14 progymnasmata o ejercicios retóricos graduados de menor a mayor dificultad para instruir y entrenar a los futuros oradores en su oficio y preparar su formación en los tres géneros oratorios; el judicial, el deliberativo y el epidíctico. Son estos:

1. Fábula: se escoge una fábula breve y se amplifica (mediante paráfrasis, prosopopeya, sermocinación o dialogismo), o se condensa (con elipsis o cualquier otro procedimiento). Puede ser también cualquier apólogo o parábola.

2. Narración: contar un hecho o dicho, quiérase fingido, quiérase real, mencionando quién, qué, cuándo, dónde, cómo, por qué; acaso también para qué. Una vez que se cuida que el alumno no ha omitido nada, hacerle ampliar y resumir su texto. Es el principio de la educación del orador según Quintiliano.

3. Chreía o anécdota: breve relación concreta y edificante de algún hecho o dicho de una persona. Para ello se alaba al autor del hecho o dicho, se refiere éste con brevedad, se prueba con la razón, se apunta lo que es contrario a la razón, se añade una semejanza o comparación, un ejemplo y un testimonio u opinión de otro y se termina con un epílogo o conclusión. Se puede amplificar por medio de paráfrasis o frases memorables acordes (refranes o sentencias apropiadas para el hecho).

4. Proverbio: ampliar una declaración condensada y abstracta, una moraleja, un proverbio, de forma muy parecida a la de la chreia, utilizando paráfrasis, comparaciones, contrastes, ejemplos, citas de otros autores o de otras frases, incluyendo epílogo o conclusión.

5. Refutación: ataque a la credibilidad de una narración (el ejercicio 2), por ejemplo una leyenda o mito. Primero se resume brevemente y luego se contemplan seis cosas: su obscuridad, improbabilidad, imposibilidad, contrariedad, indecorosidad e inutilidad. A estos argumentos les precede un exordio que vitupera al autor de la narración y un epílogo que lo reprende. Se recurre a la contradicción y al adynaton.

6. Confirmación: se arguye para demostrar la credibilidad de una narración (hecho o dicho) con pruebas. Un exordio alaba al autor de tal, un epílogo lo pone de ejemplo. Para ello se ven seis cosas: lo manifiesto, lo probable, lo posible, lo conforme, lo decoroso, lo útil… Para ello se recurre a las figuras de logos.

7. Lugar común: amplificación de bienes o vicios evidentes. Se relaciona con el encomio y el vituperio. Consta de un exordio en que se dice el castigo o recompensa que merece el hombre malvado o virtuoso, se sigue lo contrario del delito o virtud que se persigue, la explicación del crimen o del mérito por amplificación, la comparación con otros crímenes o virtudes, se manifiesta la intención del hombre malvado o virtuoso y se hace una digresión sobre la vida anterior. Se aparta la compasión y se termina con un epílogo compuesto con los fines de lo legítimo, lo conforme, la equidad, lo útil, lo factible, lo glorioso u honorable y el suceso.

8. Encomio: exposición que atiende sólo a las excelencias. Para eso mira el linaje, país, instrucción, mente cuerpo y fortuna de una persona, se le compara favorablemente y se termina exhortando a los demás a emularle. Es propio del género epidíctico.

9. Vituperio: exposición que atiende sólo a los vicios. Se hace lo mismo que en el encomio, pero al contrario; también es propio del discurso epidíctico.

10. Comparación: es la suma de dos encomios o de un encomio y un vituperio para hacer prevalecer a uno sobre el otro.

11. Etopeya: imitación del carácter de una persona, como el monólogo dramático moderno. El carácter puede ser histórico, legendario o literario y enteramente ficticio. Si se hace imitando a algún fallecido se denomina idolopeya. Se recurre a figuras del ethos.

12. Descripción: es la composición que expone su tema a los ojos de un auditorio concreto. Se sigue para ello un orden siempre; si se trata de una idea abstracta, se siguen los órdenes antecedentes, conjuntos y consiguientes.

13. Tesis o tema: al cual Cicerón llamó causa y otros retóricos tildaron de controversia: examen lógico de un tema sometido a investigación, pero sin referencia concreta. Por ejemplo, si se debe elegir mujer, pero no si Sócrates debe elegir mujer. Se diferencia del lugar común en que en éste se amplifica una cosa cierta, y en la tesis la dudosa: se trata de convencer, no de buscar la verdad. Sus partes son exordio (que aprecia el tema), argumentación (de los artículos que tocan al tema y de los lugares de la exposición), oposiciones (de las cosas contrarias a las que pertenecen al fin), soluciones (por concesión, por negación o por lo contrario) y epílogo (que contiene una breve amplificación, una breve repetición de los argumentos y una exhortación breve). También puede abreviarse con un exordio, una exposición o narración y una peroración final. Han de tenerse en cuenta argumentos fundados en la legalidad, la justicia, la experiencia, los antecedentes, la decencia y las consecuencias.

14. Defensa / ataque: como lo anterior, dirigido a favor o en contra de leyes, incurre en el género deliberativo.

4/20/2006

Hola

No quiero desfallecer ______No puedo vivir errando
Sin intentar __________-__Sin inventar salidas
Las telarañas quitar ______-Las cucarachas vuelan
En mi cabeza __________-_Existe mucha maleza
No escribo poemas sáficos __-No leó escritos sarcásticos
Ahora ando simpático _____-A pesar del tráfico
La gente cínica _________-_La encuentras en clínicas
Odiar las noticias ________-Y más los canales de TV
No veo revistas de chismes __No predico a los diarios
Corruptos por doquier _____Se adueñan del dossier
El cine de repente ______-__Se ha vuelto un expediente
Aburre más que los juegos __-Y critican sólo ciegos
No quiero volver a caer ___-_No basta rezar
Dentro de la red _________-Revoluciona la internet
Que yo mismo tejí ________Que yo mismo soñé
Con el tiempo ___________Con el espacio
No quiero dejar de crecer ___Ni debo dejar de creer
Busco calmar mi sed ______-Busco la verdad
Aprendizaje experiencia ___-Más que la utopía
Mi motivo __________-___-Mi sueño

Ciencia

Por: Juan Ernesto Rondón
Ciencia: Etimológicamente proviene de la raíz latina (scientia). Descrito en sentido estricto; conjunto de conocimientos racionales, verdaderos de las cosas, su lógica; por sus principios, razonamientos, argumentos, por sus causas y efectos. Enunciado desde un sentido amplío es:
SABER
Conocimiento: Deriva etimológicamente de la palabra del idioma latin (cognoscere). El concepto es: acción o efectos de entender utilizando la inteligencia y la percepción; por medio de ciertas operaciones lógicas (concepto, juicio, razón, argumento, silogismo, conclusión).
Según Galileo Galilei (1564 DC - 1642 DC) el conocimiento se alcanza mediante la síntesis de dos instrumentos indispensables: las sensatas experiencias y las demostraciones ciertas.
Observación = Base del Conocimiento Científico
Elementos de la Ciencia:
Contenido: Formúla Teorías - Refuta Argumentos - Genera Resultados
Campo de Actuación: Hecho - Propio - Universal
Procedimiento: Pasos - Procesos - Método
Objetivos de la Ciencia:
*Conocer *Crear
*Probar *Diagnosticar
*Evaluar *Discernir
*Explicar *Relacionar
*Formular *Prever
*Transformar *Elaborar
*Comprender *Aplicar
Cogito Ergo Sum = Pienso Luego Existo
Método Cartesiano:
1º Claridad y Evidencia
2º Análisis y División
3º Síntesis
4º Revisión

Conocimiento

3/27/2006

E.M. Cioran

Nuestras verdades no valen más que las de nuestros antepasados.
Tras haber sustituido sus mitos y sus símbolos por conceptos, nos creemos más «avanzados»; pero esos mitos y esos símbolos no expresan menos que nuestros conceptos.
El Árbol de la vida, la Serpiente, Eva y el Paraíso, significan tanto como: Vida, Conocimiento, Tentación, Inconsciente. Las configuraciones concretas del mal y del bien en la mitología van tan lejos como el Mal y el Bien de la ética. El Saber -en lo que tiene de profundo- no cambia nunca: sólo su decorado varía.
Prosigue el amor sin Venus, la guerra sin Marte, y, si los dioses no intervienen ya en los acontecimientos, no por ello tales acontecimientos son más explicables ni menos desconcertantes: solamente, una retahíla de fórmulas reemplaza la pompa de las antiguas leyendas, sin que por ello las constantes de la vida humana se encuentren modificadas, pues la ciencia no las capta más íntimamente que los relatos poéticos.
La suficiencia moderna no tienen límites: nos creemos más ilustrados y más profundos que todos los siglos pasados, olvidando que la enseñanza de un Buda puso a millares de seres ante el problema de la nada, problema que imaginamos haber descubierto porque hemos cambiado sus términos e introducido un poquito de erudición.
Pero, ¿qué pensador occidental podría ser comparado con un monje budista? Nos perdemos en textos y en terminologías: la meditación es dato desconocido para la filosofía moderna. Si queremos conservar cierta decencia intelectual, el entusiasmo por la civilización debe ser barrido, lo mismo que la superstición de la Historia.
Por lo que respecta a los grandes problemas, no tenemos ninguna ventaja sobre nuestros antepasados o sobre nuestros predecesores más recientes: siempre se ha sabido todo, al menos en lo que concierne a lo Esencial; la filosofía moderna no añade nada a la filosofía china, hindú o griega.
Por otra parte, no podría haber un problema nuevo, pese a que nuestra ingenuidad o nuestra infatuación querrían persuadirnos de los contrario. En lo tocante a juego de las ideas, ¿quién igualó jamás a un sofista chino o griego, quién llevó más lejos que él la osadía en la abstracción?
Todos los extremos del pensamiento fueron alcanzados desde siempre y en todas la civilizaciones. Seducidos por el demonio de lo Inédito, olvidamos demasiado pronto que somos los epígonos del primer pitecántropo que se puso a reflexionar. Hegel es el gran responsable del optimismo moderno.
¿Cómo no vio que la conciencia cambia solamente de forma y de modalidades, pero que no progresa en nada? El devenir excluye una realización absoluta, una meta: la aventura temporal se desarrolla sin un objetivo exterior a ella, y acabará cuando sus posibilidades de caminar se hayan agotado.
El grado de conciencia varía con las épocas, sin que dicha conciencia aumente con su sucesión. No somos más conscientes que el mundo grecorromano, el Renacimiento o el siglo XVIII; Cada época es perfecta en sí misma., y perecedera. Hay momentos privilegiados en que la conciencia se exaspera, pero jamás hubo eclipse de lucidez tal que el hombre fuera capaz de abordar los problemas esenciales, pues la historia no es más que una perpetua crisis, una quiebra de la ingenuidad.
Los estados negativos -que son precisamente los que exasperan la conciencia- se distribuyen diversamente, pero, sin embargo, están presentes en todos los períodos históricos; si son equilibrados y felices, conocen el Hastío -término natural de la felicidad-; si descentrados y tumultuosos, sufren la desesperación, y las crisis religiosas que de ella se derivan.
La idea de Paraíso terrenal fue compuesta con todos los elementos incompatibles con la Historia, con el espacio donde florecen los estados negativos. Todas las vías, todos loa procedimientos de conocer son válidos: razonamiento, intuición, repugnancia, entusiasmo, gemido.
Una visión del mundo articulada en conceptos no es más legítima que otra surgida de las lágrimas: argumentos y suspiros son modalidades igualmente concluyentes e igualmente nulas. Construyo una forma de universo: creo en ella, y es el universo, el cual se desploma empero bajo el asalto de otra certeza o de otra duda.
El último de los iletrados y Aristóteles son igualmente irrefutables y frágiles. Lo absoluto y la caducidad caracterizan la obra madurada durante años tanto como el poeta surgido del favor del instante. ¿Acaso hay más verdad en la Fenomenología del Espíritu que en el Epipsychidion?
La inspiración fulgurante, lo mismo que la profundidad laboriosa, nos presentan resultados definitivos e irrisorios. Hoy prefiero tal escritor a tal otro; mañana le tocará la vez a una obra que antaño abominaba. Las creaciones del espíritu -y los principios que las presiden- se resignan al destino de nuestros humores, de nuestra edad, de nuestras fiebres y de nuestras decepciones.
Ponemos en tela de juicio todo lo que antaño amamos, y tenemos siempre razón y siempre estamos equivocados; pues todo es válido y todo carece de importancia.
Sonrío: nace un mundo; me entristezco: desaparece, y ya se perfila otro. No hay opinión, sistema o creencia que no sea justa y al mismo tiempo absurda, según nos adhiramos o nos separemos de ella. No se encuentra más rigor en la filosofía que en la poesía, ni en el espíritu que en el corazón; el rigor no existe más que en la medida que uno se identifique con la cosa que se aborda o se sufre; desde el exterior todo es arbitrario: razones y sentimientos.
Lo que llaman verdad es un error insuficientemente vivido, aún no vaciado, pero que no podrá dejar de envejecer pronto, un error nuevo, y que espera comprometer su novedad. El saber florece y se seca a la par que nuestros sentimientos. Y si recorremos todas las verdades, es porque nos hemos agotado juntos, y ya no hay más savia en nosotros que en ellas.
La Historia es inconcebible fuera de aquel a quien decepciona. De este modo, se precisa el deseo de dejarnos arrastrar por la melancolía y de morir de ella...El verdadero saber se reduce a las vigilias en las tinieblas: sólo el conjunto de nuestros insomnios nos distingue de los animales y de nuestros semejantes.
¿Qué idea rica o extraña fue nunca fruto de un durmiente? ¿Es bueno vuestro sueño? ¿Son apacibles vuestros sueños?: engrosáis la turba anónima. El día es hostil a los pensamientos, el sol los obscurece; sólo florecen en plena noche... Conclusión del saber nocturno: quien llega a una conclusión tranquilizadora sobre lo que sea da pruebas de imbecilidad o de falsa caridad.
¿Quién halló jamás una sola verdad alegre que fuera válida? ¿Quién salvó el honor del intelecto con propósitos diurnos? Afortunado quien puede decir: «Tengo el saber triste». La Historia es la ironía en marcha, la risotada del espíritu a través de los hombres y los acontecimientos.
Hoy triunfa tal creencia; mañana, vencida, será maldita y reemplazada: los que la creyeron la seguirán en su derrota. Después viene otra generación: la antigua creencia entra de nuevo en vigor; sus demolidos monumentos son reedificados de nuevo..., en espera de que perezcan otra vez.
Ningún principio inmutable regula los favores y las severidades de la suerte: su sucesión participa en la inmensa farsa del Espíritu, que confunde, en su juego, los impostores y los fervientes, las astucias y los ardores. Contemplad las polémicas de cada siglo: no parecen motivadas ni necesarias.
Sin embargo, fueron la vida de ese siglo. Calvinismo, quietismo, Port-Royal, la Enciclopedia, Revolución, positivismo, etc..., ¡qué sarta de absurdos... que debieron ser, qué derroche inútil, y sin embargo fatal! Desde los concilios ecuménicos hasta las controversias políticas contemporáneas, las ortodoxias y las herejías han asaltado la curiosidad del hombre con su irresistible sinsentido.
Bajo disfraces diversos, siempre habrá anti y pro, sea a propósito del Cielo o del Burdel. Millares de hombres sufrirán por sutilezas relativas a la Virgen y a su hijo; otros miles se atormentarán por dogmas menos gratuitos, pero igualmente improbables.
Todas las verdades constituyen sectas que acaban por tener un destino tipo Port-Royal, siendo perseguidas y destruidas; después sus ruinas llegan a ser veneradas, y aureoladas por la iniquidad sufrida, se transforman en lugares de peregrinaje...
No es más razonable conceder más interés a las discusiones sobre la democracia y sus formas, que a las que tuvieron lugar, en la Edad Media, sobre el nominalismo y el realismo: cada época se intoxica con un absoluto, menos y fastidioso, pero de apariencia única; no puede evitarse el ser contemporáneo de una fe, de un sistema, de una ideología, el ser, en resumen, de su tiempo.
Para emanciparse haría falta tener la frialdad de un dios del desprecio... Que la Historia no tenga ningún sentido es algo que debería alegrarnos.
¿Nos atormentaríamos acaso por una solución feliz del porvenir, por una fiesta final en la que nuestros sudores y desastres corriesen con todos los gastos? ¿A favor de idiotas futuros, exultando sobre nuestras estupidas penas y bailoteando sobre nuestras relativas cenizas?
La visión de un desenlace paradisíaco supera, por su absurdo, las peores divagaciones de la esperanza. Todo lo que podríamos pretextar en excusa del Tiempo es que se hallan en él momentos más aprovechables que otros, accidentes sin importancia en una intolerable monotonía de perplejidades.
El universo comienza y acaba con cada individuo, sea Shakespeare o Don Nadie; pues cada individuo vive en lo absoluto si mérito o su nulidad...¿Merced a qué truco lo que parece ser escapó al control de lo que es?
Bastó un momento de inatención, de debilidad en el seno de la Nada: las larvas se aprovecharon; una laguna en su vigilancia: y aquí estamos. Igual que la vida suplantó a la nada, fue suplantada, a su vez, por la Historia: así la existencia emprendió un ciclo de herejías que minaron la ortodoxia de la nada.

Extraído de Breviario de pobredumbre. (Précis de décomposition, Editions Gallimard, París, 1949.)

Podéis encontrarlo en: Adiós a la filosofía y otros textos, Alianza Editorial, Madrid, 1998, pp. 166-171. Prólogo, selección y traducción de Fernado Savater.

3/23/2006

Enunciados célebres

Nunca temas a la sombra. Siempre hay un indicio, de lo cerca que está la luz.

"El más libre de todos los hombres, es aquel que puede ser libre,
dentro de la esclavitud." Fenelón

"He comprendido que hay dos verdades,
una de las cuales jamás debe ser dicha."
Albert Camus

Muy débil es la razón si no llega a comprender
que hay muchas cosas que la sobrepasan."

Blas Pascal

"Vivir no consiste en respirar, sino en obrar."
Mao Tse Tung
"Los hombres se asemejan a los dioses cuando hacen el bien a la humanidad."
Marco Tulio Cicerón

"Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos."
Confucio
Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer a todos los que le siguen."
Abraham Lincoln

"Cambiad de placeres, pero no cambies de amigos."
Francois Voltaire

"Un cobarde es incapaz de mostrar amor, hacerlo esta reservado para los valientes."
Mohandas "Mahatma" Gandhi

"Hay veces que el silencio nos obliga a hablar con nosotros mismos." Anonimo

"La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás."
Robert Stevenson

"Quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos." Plutarco

"No está bien ocultar la propia ignorancia, sino descubrirla y ponerle remedio."
Heráclito

"La desgracia descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir."
Blas Pascal

"Para vivir como es debido, el breve tiempo de la vida resulta bastante largo."
Marco Tulio Cicerón

"El trueno asusta a los niños; las amenazas a los hombres tontos."
Demófilo

"Un fracaso en amor es, para el hombre, como una misión cumplida.
Los corazones están hechos para ser rotos."
Oscar Wilde

"Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir."
Francisco Quevedo

"El que pide con timidez se expone a que le nieguen lo que pide sin convicción."
Robespierre

Si el tiempo es lo más caro, la pérdida de tiempo es el mayor de los derroches.
Benjamín Franklin

3/22/2006

Pater Noster


Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum, fiat volúntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum cotidiánum da nobis hódie, et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimittímus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem, sed libera nos a malo. Amén.
Our Father, Who art in heaven, allowed by Thy name, Thy kingdom come, Thy will be done on earth as it is in heaven. Give us this day our daily bread; and forgive our trespasses as we forgive those who trespassed against us. And lead us not into temptation, but deliver us from evil. Amen
Padre nuestro, Que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, así en la tierra como es en los cielos. El pan nuestro de cada día danóslo hoy; y perdonad nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden. Y no nos dejes caer en tentación, más libranos del mal. Amen

3/21/2006

La vida humana según Albert Einstein.

By Albert Einstein
EL SIGNlFICADO DE LA VIDA
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.
¿Qué significado tiene la vida del hombre, o, en realidad, la de cualquier criatura? Tener una respuesta a esta pregunta significa ser religioso. Tú preguntas: «¿Tiene algún sentido, pues, plantear esta pregunta?» Yo contesto: «Aquel que considera su vida y la de sus semejantes carente de sentido, no sólo es desdichado sino poco hecho para la vida.»

EL AUTÉNTICO VALOR DEL SER HUMANO
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.
El auténtico valor de un her humano depende, en principio, de en qué medida y en qué sentido haya logrado liberarse del yo.


BIEN Y MAL
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.


Es justo, en principio, que los más estimados sean aquellos que más han contribuido a elevar al género humano y a elevar la vida humana. Pero si uno pasa a preguntar quiénes son, se encuentra con dificultades nada desdeñables. En el caso de los caudillos políticos, e incluso religiosos, resulta a menudo sumamente dudoso si han hecho más bien que mal.
En consecuencia, creo, con toda sinceridad, que el mejor servicio que uno puede prestar aI prójimo es el de proporcionarle un trabajo que le estimule positivamente y le eleve así de modo indirecto. Esto se aplica sobre todo a los grandes artistas, pero también, en menor grado, al científico. No son, desde luego, los frutos de la investigación científica los que elevan aI hombre y enriquecen su personalidad, sino el deseo de comprender, el trabajo intelectual creador o receptivo. No sería razonable, pues, juzgar el valor del Talmud, por ejemplo, por sus frutos intelectuales.


SOBRE LA RIQUEZA
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo que pueda ayudar a la humanidad a progresar, ni siquiera en manos del más devoto partidario de tal causa. Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. El dinero sólo apela al egoísmo e invita irresistiblemente al abuso.

¿Puede alguien imaginarse a Moisés, Jesús o Gandhi armados con las bolsas de dinero de Camegie?
SOCIEDAD Y PERSONALIDAD
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Cuando revisamos nuestras vidas y afanes, pronto advertimos que mo todas nuestras acciones y deseos están ligados a la existencia de otros seres humanos. Percibimos que nuestro carácter es muy parecido al de los animales sociales. Comemos alimentos que otros han producido, vestimos ropas que otros han hecho, vivimos en casas que han construido otros.
La mayor parte de nuestros conocimientos y creencias nos han sido comunicados por otras personas por medio de un lenguaje que otros han creado. Nuestra capacidad mental sería pobre, en verdad, sin el idioma; sería comparable a la de los animales superiores. Hemos de admitir, en consecuencia, que debemos nuestra principal ventaja sobre los animales al hecho de vivir en sociedad.
Si se dejase solo al individuo desde el nacimiento, se mantendría en un mudo primitivo similar al de los animales, en sus pensamientos y sentimientos, hasta un grado difícflmente imaginable. El individuo es lo que es y tiene la importancia que tiene no tanto en virtud de su individualidad como en virtud, de su condición de miembro de una gran comunidad humana, que dirige su existencia espiritual y material de la cuna al sepulcro.

El valor de un hombre para la comunidad depende, en principio, de Ia medida en que dirija sus sentimientos, pensamientos y acciones a promover el bien de sus semejantes. Podemos llamarle bueno o malo según su posición a este respecto. Parece, a primera vista, como si nuestra valoración de un hombre dependiese por completo de sus cualidades sociales.

Y, sin embargo, tal actitud sería errónea. Es fácil ver que todos los logros valiosos, materiales, espirituales y morales que recibimos de la sociedad, han sido elaborados por innumerables generaciones de individuos creadores. Alguien descubrió en determinado momento el uso del fuego. Otros, el cultivo de plantas comestibles. Otro, la máquina de vapor.

Sólo el individuo puede pensar (y crear así nuevos valores para la sociedad) e incluso establecer nuevas normas morales a las que se adapta la vida de la comunidad. Sin personalidades creadoras capaces de pensar y crear con independencia, el progreso de la sociedad es tan inconcebible como la evolución de la personalidad individual sin el suelo nutricio de la comunidad.

La salud de la sociedad depende, pues, tanto de la independencia de los individuos que la forman como de su íntima cohesión social. Se ha dicho muy razonablemente que la base misma de la cultura greco-europeo-americana, y en particular de su brillante florecer en el Renacimiento italiano, que puso fin al estancamiento de la Europa medievál fue la liberación y la relativa independencia del individuo.

Pensemos ahora en la época en que vivimos. ¿Cómo va la sociedad? ¿Y el individuo? La población de los países civilizados es extremadamente densa si la comparamos con épocas anteriores. Hay en Europa hoy tres veces más personas que hace cien años. Pero el número de personalidades destacadas ha disminuido desproporcionadamente. Las masas sólo conocen a unos cuantos individuos por sus logros creadores. La organización ha ocupado en cierto modo el lugar de esas personalidades destacadas, sobre todo en la esfera técnica, pero también, de modo muy patente, en la científica.

La falta de figuras destacadas es particulartnente notable en el campo del arte. La pintura y la música han degenerado claramente y han perdido en gran medida su atractivo popular. En la política no sólo faltan dirigentes, sino que han disminuido en gran medida el espíritu independiente y el sentido de justicia del ciudadano.
El régimen parlamentario democrático, que se basa en esa independencia de espiritu, se ha visto socavado en varios lugares; han surgido dictaduras que son toleradas porque ya no es suficíentemente fuerte el sentido de la dignidad y de los derechos del individuo.
En cuestión de dos semanas, los periódicos pueden sumergir a las masas borreguiles de cualquier país en un estado de nerviosa furia en que todos están dispuestos a vestir uniforme y matar y morir, en defensa de los sórdidos fines de unos cuantos grupos interesados. El servicio militar obligatorio me parece el síntoma más desdichado de esa falta de dignidad personal que padece hoy la humanidad civilizada.
No es extraño que haya tantos profetas que anuncien el inminente eclipse de nuestra civilización. No soy yo tan pesimista; creo que se acercan tiempos mejores. Permitidme que exponga brevemente las razones en las que baso tal confianza.

Estas manifestaciones actuales de decadencia se explican, en mi opinión, por el hecho de que la evolución económica y tecnológica ha intensificado de modo notable la lucha por la existencia, en detrimento, sobre todo, del libre desarrollo del individuo. Pero la evolución de la tecnología significa que el individuo necesita trabajar cada vez menos para satisfacer las necesidades comunitarias.
Se hace cada vez más acuciante una división planificada del trabajo, división que producirá la seguridad material del individuo. Esta seguridad y el ahorro de tiempo y energía de que dispondrá el individuo, pueden enfocarse hacia el desarrollo de su personalidad. De este modo, la comunidad puede recuperar la salud, y esperamos que futuros historiadores expliquen los síntomas mórbidos de la sociedad actual como enfermedades infantiles de una humanidad en ascenso, debidos enteramente a la velocidad excesiva a la que avanzaba la civilización.


LOS ENTREVISTADORES
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

El que te hagan responsable públicamente de todo lo que has dicho, aún en broma, por un exceso de buen humor o por una cólera súbita, puede ser sin duda comprometido, aunque sea hasta cierto punto razonable y natural. Pero el que te hagan responsable públicamente de lo que han dicho otros en tu nombre, cuando no puedes defenderte es, sin duda, una triste suerte. «¿Pero a quién le sucede eso?» preguntarás. Pues bien, a todo el que atrae suficiente interés público como para que los periodistas le persigan. Ya veo que sonríes incrédulo, pero yo he tenido suficiente experiencia directa y te hablaré de ello.

Imagínate la siguiente situación: Una mañana llega un periodista y te pide, en tono amable y cordial, que le digas algo sobre tu amigo N. Al principio, ante tal propuesta, no hay duda de que fácilmente puedes sentirte indignado. Pero descubres en seguida que no hay escapatoria.
Si te niegas a hacer comentarios, ese hombre escribirá: «Le pregunté a uno de los supuestamente mejores amigos de N sobre él. Y este amigo eludió prudentemente mis preguntas. Esto, por sí solo, permite al lector extraer las conclusiones inevitables.» No hay pues escapatoria, así que proporcionas al periodista la siguiente información: «El señor N es un hombre muy sincero y cordial, muy querido de todos sus amigos. Es una persona capaz de ver siempre el lado positivo de las cosas. Su espíritu emprendedor y su ingenio y su laboriosidad no tienen límites. Consagra a su trabajo todas sus energías. Es hombre devoto a su familia y entrega cuanto posee a su esposa... »

Veamos ahora la versión del periodista: «El señor N no se toma nada en serio y tiene una habilidad especial para hacerse estimar, para lo cual cultiva cuidadosamente una actitud cordial y afable. Es un tal esclavo de su trabajo, que no tiene tiempo para ningún asunto de carácter general o para cualquier actividad mental ajena a su disciplina. Mima increíblemente a su mujer, que le tiene en un puño...».
Un verdadero periodista escribiría algo más sabroso, pero supongo que esto será bastante para uno y para su amigo N. A la mañana siguiente, tu amigo lee en el periódico lo escrito, y algo más del mismo estilo, y su rabia contra ti no tiene límites, por muy animoso y afable que sea. La ofensa que esto constituye para él te produce un dolor indescriptible, sobre todo cuando lo estima realmente.

¿Cuál es el próximo paso que puedes dar, amigo mio? Si lo sabes, dímelo enseguida para adoptar tu método con toda rapidez.

FELICITACIÓN A UN CRITICO
Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934.

Ver con los propios ojos, percibir y juzgar sin sucumbir al poder sugestivo de la moda del día, ser capaz de expresar lo que uno ha visto y sentido en una frase sencilla o incluso en una palabra hábilmente aplicada... ¿no es eso glorioso? ¿No es motivo digno de felicitación?

Derecho en la República Bolivariana de Venezuela

Freedom equals Meaning

SOBRE LA LIBERTAD
Albert Einstein
De Freedom, its meaning, recopilado por Ruth Nanda Anshen, Nueva York: Harcourt, Brace, and Company, 1940.

Sé que es empresa inútil discutir sobre juicios de valor fundamentales. Si alguien aprueba, por ejemplo, como objetivo, la erradicación del género humano de la Tierra, nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales. Pero si hay acuerdo sobre ciertos objetivos y valores, uno puede discutir racionalmente sobre los medios por los que pueden alcanzarse estos objetivos.
Indiquemos. pues los objetivos sobre los que quizás estén de acuerdo casi todos los que lean estas líneas.
1. Los bienes instrumentales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos, deberían producirse con el mínímo trabajo posible.
2. La satisfacción de las necesidades físicas es sin duda la condición previa indispensable de una existencia satisfactoria, pero no es suficiente por sí sola. Para que los hombres estén satisfechos deben tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística de acuerdo con sus características y posibilidades personales.
El primero de estos dos objetivos exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, es decir, el estímulo de todas las investigaciones científicas. Pues la tarea científica es un conjunto natural, cuyas partes se apoyan mutuamente de forma que nadie puede, en realidad, prever.
Sin embargo, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y resultados: libertad de expresión y de enseñanza en todos los campos de actividad intelectual. Por libertad entiendo condiciones sociales de tal género que el individuo que exponga opiniones y afirmaciones sobre cuestiones científicas e intelectuales, de carácter general y particular, no corra por ello peligros o riesgos graves.
Esta libertad de comunicación es indispensable para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos, una consideración de gran importancia práctica. En primer lugar, debe garantizarla la ley. Pero las leyes solas no pueden asegurar la libertad de expresión; para que un hombre pueda exponer sus puntos de vista sin sufrir castigo, debe haber espíritu de tolerancia en toda la sociedad.
Un ideal de libertad externa como éste jamás se logrará de modo pleno, pero debe perseguirse con denuedo si queremos que avance lo más posible el pensamiento científlco, y el pensamiento filosófico y creador en general.
Para alcanzar el segundo objetivo, es decir, que sea posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, hace falta un segundo género de libertad exterior. El individuo no ha de tener que trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le queden fuerzas ni tiempo para actividades personales. Sín este segundo tipo de libertad extema, de nada le servirá la libertad de expresión. El progreso tecnológico haría posible este tipo de libertad si se logra una división racional del trabajo.
La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del esphitu en, general exige otro tipo de libertad, que puede calificarse de libertad intema. Es esa libertad de espíritu que consiste en pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina filosóflca y al hábito embrutecedor en general.
Esta libertad interna es un raro don de la naturaleza y un objetivo digno para el individuo. Sin embargo, la comunidad puede hacer también mucha labor de apoyo en este sentido, como mínimo no poniendo trabas. Las escuelas y los sistemas de enseñanza pueden obstaculizar el desarrollo de la libertad intema con influencias autoritarias o imponiendo a los jóvenes cargas espirituales excesivas; las instituciones de enseñanza pueden, por otra parte, favorecer esta libertad fomentando el pensamiento independiente.
Sólo si se persiguen constante y conscientemente la libertad endógena y la libertad exógena existe posibilidad de progreso espiritual y de conocimiento y con ello de mejorar la vida externa e interna del hombre.